Solitud
de los vértices de la calle.
Sinfonía
cansada de madrugar, sabes a alambre de espino.
La
ciénaga de hormigón colapsada...
Dos
puertas, un corredor, una anotación en la agenda
-¿no
te diste cuenta?
¿De que la escribieron
por ti?
Claro
que tú no hubieses anotado ni un garabato-.
Silencioso
el blanco de tu tiempo consumiría caníbal
el
tiempo de tu vida.
La nada como
una orgía
demasiado
efervescente para ser bebida.
Demasiado
excitante, suicida de trascendencias
y aún
y así eres incapaz de borrar
las
lámparas encendidas
por las lágrimas de papel.
16 de
Abril de 2017
Eduard
Ariza