Para
mi toxo
Desnudos
en lágrimas
bostezan
a gritos los ecos de tu mirada.
Tranquila,
las sombras blancas del círculo
pronto
amputarán sus manos al olvido.
Dormirán
y apagadas mancharán
la
sangre gris de tus pisadas.
Las
pepitas de ángeles
invisible
tatuaje, bajo tu piel brotarán llamas.
Y
un rumor invisible de colmillos anidará en tu corazón,
mientras
el nenúfar metálico te muerde el cuello.
La
entrega
se somete al rosario de
las cigarras.
Entonces
la albada marchita amanece podrida.
Porque
la inocencia es un arma
los
filos de sus balas han ahorcado a tus pulmones.
Las
ilusiones se erectan llenas penumbrosa calidez
envenenando
al suicidio y la verdad.
La
mariposa de ceniza
en la sábana
del agua
es
cometa de melancolía con estela enfangada.
Silente
tortura
tus
labios de papel no esconden su pavor.
Mientras
bermellones azucaradas y perfectas
tus
estrellas rojas excitan al involuntario infiel.
La
cotidianidad
usura de la vida, metal
de sangre,
se
ha bebido la arena del reloj.
Entre
la polvareda de espinas
tu
carne emerge depredadora y víctima.
Y
es planta carnívora que caza ángeles
moscas
y remolinos de amnesia efervescentes.
Así
te afila más
la náusea de la memoria.
Entonces
te hiere la caricia de la felicidad.
Incluso
desnudada.
Sin
las sedas del deseo y con la lujuria ciega
palparía
desde la lejanía tu laberinto de luces
donde
alambicada anida la esperanza mártir.
Si
haces de tu alma un ataúd
tu
cuerpo
brotará
de él una barca. Y ya no podrás ahogarte.
Suficiencia
estática
en
el eclipse de un grano de arena y la espuma.
La
arboleda de humo, frágil como el remordimiento.
Entonces
el crujido de la vela apagándose y el abuso espeso.
El
alma nunca debió sangrar
para
pintar su sonrisa.
La
angustia come tuétanos de marfil
y
el cigarrillo
desnuda
las cerillas en el éxtasis de la llama.
Hay
un reloj de agua oxidado, la madera se lo come.
Oculto
el pálpito de tu esencia redime el castigo.
Besas
la injusticia
saltas al
abismo
y
de su profundidad tejes tus alas, mi dulce cometa.
24
de agosto de 2016
Eduard
Ariza
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