Rosas de plomo adornan sus alas.
Como colmillos entre sus plumas
ufanas de luz.
Rosas de plomo como llaves y laberintos.
Mi almohada es un espejo
y mi cuerpo un nido para sus vuelos.
Tempestades de sangre hierven en mis entrañas.
Y sus garras de veneno me tatúan
azabaches calaveras soleadas de impotencia.
Cada herida que me infringe
circunloquia en locura mi mente
y exorcita a mi espectro azul.
Entonces mis huesos son un tejado
que sus alas atraviesan cada vez
que alza el vuelo
o bebe de una fuente de arena.
1 de Septiembre de 2016ç
Eduard Ariza
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