Nadie abre sus venas, sin
antes desangrar su alma,
hasta la última gota,
hasta que el alma sólo sea una segunda sombra.
Caprichoso dolor del
abandono, impones el vértigo de la depresión,
ese que te hunde en el
suelo.
Alimentas la locura,
esa solitaria macabra que parasita
el pensamiento.
Engorda devorando los
sesos que anida. Paciente y letal
el dolor muta en odio.
Desprecian sus víctimas las lágrimas
que ungirán sus cadáveres.
Hasta las ansiarán con
anhelo.
Susurros asesinos
chateados por internet. Foros como mataderos
disfrazan la sangre de
miel. ¿Quién teclea la crisálida del suicidio?
¿Cuál fue la primera
navaja? Epidemia de temerarios y dolientes
una vocación de sucumbir
emborrona el intelecto.
A
ti no te entendemos…
Siniestro cetáceo,
sangriento enigma sin respuesta.
¿Eres locura? ¿Eres dolor?
Causas dolor.
¿Eres
egoísmo? ¿Eres sombra de espíritu
con colmillos de plomo? Penoso
estigma de una época en que lo próximo,
lo más amado, se vuelve
desconocido. Sin darte cuenta, ya es invernadero del peligro.
29 de septiembre de 2017
Eduard Ariza