martes, 13 de diciembre de 2016

Bulimia


Para M...

Cuando las lágrimas se hacen hambre
la soga del silencio estrangula con el vértigo del abandono.
Hojas de afeitar en la garganta
cosquillean la náusea
                                   y la bilis en los dientes.

Entre las luciérnagas oscuras
los huesos evaporan la carne para conocer el aire
y rasgan la piel con sus zarpas lisas.
Embrujo de libertad
                                   apestas a suicidio.

Además tatúas tu mentira en las entrañas
(y las esculpes en el espejo...)
                                               Hasta las postrimerías de lo inmundo
donde fétida se engarza la vergüenza.
Pero basta un abrazo para esquivar el beso del abandono.

13 de diciembre de 2016
Eduard Ariza


lunes, 3 de octubre de 2016

El Ángel

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Rosas de plomo adornan sus alas.
Como colmillos entre sus plumas
ufanas de luz.
Rosas de plomo como llaves y laberintos.

Mi almohada es un espejo
y mi cuerpo un nido para sus vuelos.
Tempestades de sangre hierven en mis entrañas.
Y sus garras de veneno me tatúan

azabaches calaveras soleadas de impotencia.
Cada herida que me infringe
circunloquia en locura mi mente
y exorcita a mi espectro azul.

Entonces mis huesos son un tejado
que sus alas atraviesan cada vez
que alza el vuelo
o bebe de una fuente de arena.

1 de Septiembre de 2016ç

Eduard Ariza

domingo, 4 de septiembre de 2016

Habitación

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Habitaciones como estalactitas
goteadas del alma.
Se duermen la madera y el empedrado de cal.
Allí donde los huesos
retorcidos por el viento

florecen amapolas de sus tuétanos
el pozo pervertido del deseo
acolcha en seda el vientre de las ranas.
Con alas de papel
el fuego columpia la angustia.

Si bastara con no salir.
Si con ser una vela de sombras
mi carne se supiera inmortal,
este pasaporte de cerámica al pasado
encontraría su bolsillo.

Pero los claveles de la cal
crucifican el perfume del remordimiento.
Esperar ya es locura.
¿Dónde guardé las instrucciones
para hervir paredes y puerta?

3 de Septiembre de 2016

Eduard Ariza

miércoles, 24 de agosto de 2016

Réquiem de aniversario

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Para mi toxo

Desnudos en lágrimas
bostezan a gritos los ecos de tu mirada.
Tranquila, las sombras blancas del círculo
pronto amputarán sus manos al olvido.
Dormirán
                        y apagadas mancharán
la sangre gris de tus pisadas.

Las pepitas de ángeles
invisible tatuaje, bajo tu piel brotarán llamas.
Y un rumor invisible de colmillos anidará en tu corazón,
mientras el nenúfar metálico te muerde el cuello.
La entrega
                        se somete al rosario de las cigarras.
Entonces la albada marchita amanece podrida.

Porque la inocencia es un arma
los filos de sus balas han ahorcado a tus pulmones.
Las ilusiones se erectan llenas penumbrosa calidez
envenenando al suicidio y la verdad.
La mariposa de ceniza
                                   en la sábana del agua
es cometa de melancolía con estela enfangada.

Silente tortura
tus labios de papel no esconden su pavor.
Mientras bermellones azucaradas y perfectas
tus estrellas rojas excitan al involuntario infiel.
La cotidianidad
                        usura de la vida, metal de sangre,
se ha bebido la arena del reloj.

Entre la polvareda de espinas
tu carne emerge depredadora y víctima.
Y es planta carnívora que caza ángeles
moscas y remolinos de amnesia efervescentes.
Así te afila más
                        la náusea de la memoria.
Entonces te hiere la caricia de la felicidad.

Incluso desnudada.
Sin las sedas del deseo y con la lujuria ciega
palparía desde la lejanía tu laberinto de luces
donde alambicada anida la esperanza mártir.
Si haces de tu alma un ataúd
                                               tu cuerpo
brotará de él una barca. Y ya no podrás ahogarte.

Suficiencia estática
en el eclipse de un grano de arena y la espuma.
La arboleda de humo, frágil como el remordimiento.
Entonces el crujido de la vela apagándose y el abuso espeso.
El alma nunca debió sangrar
                                               para pintar su sonrisa.
La angustia come tuétanos de marfil

y el cigarrillo
desnuda las cerillas en el éxtasis de la llama.
Hay un reloj de agua oxidado, la madera se lo come.
Oculto el pálpito de tu esencia redime el castigo.
Besas la injusticia
                                   saltas al abismo
y de su profundidad tejes tus alas, mi dulce cometa.

24 de agosto de 2016

Eduard Ariza

lunes, 8 de agosto de 2016

Éxtasis


Para S...

Es inmediato…
Tal vez porque no has bebido las cenizas de la apatía…
Electrizante
en un instante, verlo, de tu mente hace el vacío
por el espasmo del deseo.

Un punto
de calor diminuto, dentro de tu carne, contrae
tus músculos
y exige caricias, mientras tu cara refleja
en sus facciones la satisfacción.

El recuerdo
más tarde, entre los sedosos velos de la noche
suda la represión.
Y tú cierras los ojos para seguir despierta

mientras
sueña tu insomnio el sueño de la moral agotada.
Guidadas por la ceguera
tus manos escriben el lenguaje del placer.

Muñen las caricias
la miel del orgasmo. Con el secretismo más sonoro
su mancha no entiende
que muchos labios anhelan su sabor.

15 de marzo de 2016

Eduard Ariza

domingo, 24 de julio de 2016

Nenúfares de Papel




Para A...


El estanque de tu cuerpo
lo llené con nenúfares de papel escritos cara al agua.
Con mis dedos mutilados
por alambres de fuego, embarré tu carne.

Mi sangre hecha clavos
agujereó mi corazón en el sueño de la pesadilla.
En escarlata y luz escrita
la agitación de tu compañía escribía los enigmas.

El asesino corte de palabras
silenciado por el susurro de la agenda infinita
dolió ácido en las entrañas.
Así callando pagué el miedo a perderte.

En la burbuja de la asfixia
dormita el éxtasis de la lujuria que sonámbulo
desnudó tu alma
y bebió tu carne y encontró el éxtasis de lo imposible.

En el abandono del vacío
olores como el tuyo, quiebran la pereza de vivir.
Hasta el peso del silencio
masajea los dolores de la carne exhausta y golpeada.

Por desgracia el tiempo
devoró la plenitud para maldecir con la distancia.
Los clavos de mi sangre
revolotean de nuevo en mí, extorsionándome de vida.

Pero el regalo de la memoria
mantiene lleno el estanque de tu cuerpo en blanco y fantasía.
De vez en cuando, todavía
boto en él algún nenúfar de papel para revalidar mi vida.

17 de marzo de 2016
Eduard Ariza



sábado, 23 de julio de 2016

Estoy muerto y rodeado de ángeles

Para Júlia Margaria Garcia

La voz nunca fue más pura ni fuerte.
Se derrama en palabras
que sin romper el aire
se deslizan hacia la piel del alma.

Las columnas de hormigón de mi infancia
ya no forman almenas.
También me libro del deseo del oro
y hasta un cuerpo bonito
con su piel morena
se pierde vacío
de mis ojos roídos de indiferencia.

El bombeo del pecho yace extinguido
y la sangre se licua
más que el agua
para formar prados.
La carne se disgrega
en pedazos infinitos y rojos.
Cuando el sol y su lumbre
me acaricien sentirán que rozan
un metal oxidado.

Ahora soy todo libre
aunque no quiera nada.
Libre de voluntad, libre de deseo,
me dan la libertad
cual premio de consuelo.

Siento esas alas en franela tejidas.
Cortan átomos de aire.
A su amparo siento la caricia gacha
hueca de tiempo y edades.

Bajo sus cabelleras
de igual color y olor que los jazmines
exhiben pieles etéreas de vida
y de sus bocas de metal al fuego
emergen sus colmillos
largos en sus filos grises
                                        capaces
para despedazar eternidades.



El oro de la forja
colorea sus lenguas y sus gargantas.
Jamás el metal dorado pasó
de su color al rojo de las llamas
sin perderse veloz
en oscuros tonos
                             de eternidad
que alberga el cuerpo de estos inmortales.

¿Sabrán que estoy aquí?
Triste me perderé, si no me abrazan.
Hasta el estado del Más Allá sigue
la efervescencia lúgubre que empaña
tu nombre: soledad.

Ni estrellas con pazos
florecientes bajo las malas hierbas
ni plata entre las piedras.
Ni ríos, ni Arcadia: Allí
no existen los paraísos
sólo el doliente suspiro inmortal.

Me rodean con sus alas sin mirarme.
Y mientras la inacción de la ultratumba
complace a los que nunca fueron vivos,
me asfixia con sus sogas
de cuero de cristal.

Efímero y frágil
acaricio sus alas.
Me llevo una pluma al pasar la mano.
Mi pasado más pequeño que la esfera
nacida en los cauces
de los ríos
se rompe en mi memoria.

No me importa en qué desierto adormezco
aunque no lleguen flores ni recuerdos
Estos seres de luz
deslumbran la belleza
                                        de mi vida.
¡Qué plácido es morir!



Eduard Ariza

El Parlamento



Para Jan Matheu


Las manos se espacian llenas de niebla.
Vomiteras,
    pasillos laterales,
subís hasta arriba de la cavea.
Mientras, sus cuerpos ausentes
y sus manos tétricas se encaraman
a vuestros escalones.

La gran sala rojiza
trasmite la nobleza del castaño
el brillo del aya bajo la aurora
la firmeza de roble...
             Si se vacía.

Incluso pierde el semianillo áureo
la nobleza del teatro
          si se llena
de sus cuerpos espectrales,
                    sin más deseo
que dibujarse en grafía de la historia,
sin haber hecho méritos.

La tribuna como un faro fundido
ya no describe sendas
ni separa el mar del acantilado.

Capitanes torpes con la mesana
el timón, el trinquete y la mayor…
con lenguas de medusas
abren de veneno
                             las pieles jóvenes
del marino confiado.

¿Por qué sólo si se vacía la cámara
aspira a ser solemne?
¿Por qué lo que debiesen de ser himnos
suenan a latigazos?

La corrupción del templo
por quienes desconocen sus rituales
nos vende a todos humo
y finge que vende vapor de plata.

Eduard Ariza



Nota. "Vomiteras" y "cavea" son partes del anfiteatro y el teatro romano, se corresponden a los pasillos que "vomitan gente" cuando salen y entran y a la zona de las gradas, respectivamente.

El placer de la caza

“Es un deporte apasionante, por un momento, tiene en sus manos la elección de la vida o la muerte” Bram Stoker Drácula.

Cuando no queda nada
(o si lo esperas todo)
durante ese vacío intermitente de vida
¿ya qué placer te queda
sino acercarte en sigilo a la muerte?

Apostarte al camino
entre las plantas aún blandas del alba.
La pasión, la belleza
se reducen a una pieza de plomo
que espera su destino.

Acecha a la presa,
                                  con rostro de ángel
¡Armas de aire y acero!
¡Viento!
                       ¡Crepitar del Sol entre nubes!
Vosotros grandes tibios
adormeced el dolor de mi espera.

El eco del viento sobre las hojas
ruge como una caricia de amor
sobre la ropa y muere
en seguida
                       como un fru-frú reptante.
Y sigues a la espera.

“¡Vamos! ¡Corre adelante!”
La presa husmea su propio camino
esperando la vida
descansa en el otoño.

“¡Corre!
¡Corre! Y…
                                  ¡Corre!”
Tus colmillos como flechas de carne
sangrarán ante el metal y el viento.
La jauría ya ladra.
Saltan sobre ti.
                       Diamantes de esmalte
atraviesan tu piel.

“¡Vamos!
                       ¡Corre! ¡Atento!”
Entre chillidos sangras…
¿Finges que te han sajado la garganta?
Alargo mi mirada
                                  con prismáticos:
Espumas fango rojo por la piel
hirviendo cálida de tu vida.
Entornas tus pupilas
mareadas por los demasiados perros.
Ya has destrozado a varios animales:
Dos
           tienen el cráneo arrancado;
                                                          tres
deslizan muy gentiles
sus tripas sobre el suelo
con la bilis, agua para nuevos barros;
media mandíbula le cuelga al otro.
El resto del enjambre
o lame los cuerpos de sus caídos
o… flor de carne,
                                  te cercena más.

“Vamos… ¡Corre!
                                  ¡Dispara!”
El diminuto cometa de acero
con pólvora, con viento
te cruza con una estela de chispas
nacidas de ti
                       (todas de carmín).
Al suelo caes embarrado.
Te rodean los perros
                                  Y mordisquean
tus miembros aún bullentes
mientras gimiendo expiras.

“¡Bien! ¡Bravo! ¡Buen disparo!”
Tranquilo, despezaremos tu cuerpo
no será de los gusanos.
Arrebataremos la sangre a tu carne
salaremos con celo de vestales
todos tus miembros
                                  y secaremos tu cráneo.

Mientras tus huesos crujen
al corte del cuchillo
y hago aflorar tu tuétano espumoso,
pienso que el Sol te dora
hojas de la robleda
como si fuese tu máscara fúnebre.

Eduard Ariza

Cuerpo de mujer


Cuerpo de mujer

“Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos/ te pareces al mundo en tu actitud de entrega.” Pablo Neruda

¿Por qué me cansa el olor de tu carne?
¿Ya no almacena tu cuerpo candor
para botar barquitos
de seda con tus sábanas
sobre un mar de pasión?

No recuerdo encontrarte
después de las palabras.
Siempre te encontré antes
                                               Siempre desnuda
Olvidada de ti misma…
                                               Recuerdo
como en torrentes gentiles y dulces
se condensaban tus gotas de carne
convirtiendo mi piel
en toda la voluntad de mi cuerpo.

A veces deslicé
mi mano entre las ondas de tu pelo
Gentiles remolinos
de tacto aterciopelado y lozano.

Lástima que tu olor
embargante hasta la asfixia sórdida
respirase del aroma del jerez.
Demasiado excesivo
para la convivencia.

¿Te hice daño al quererte?
¿O más bien fui el resto, lo que sobraba?
¿La piedra en el zapato
incapaz de dañarte
por encima de la triste molestia?

Adiós eterno cuerpo
materia transmutada en inmortal.
Adiós, adiós, adiós...
Aunque hacer el amor le dé a tu rostro
elegancia natural
durante el día que sigue,
no lo haré más contigo
porque tú no me quieres
y estos son los primeros
y los últimos versos que te escribo.

Eduard Ariza

PD. Con la perspectiva de más de tres años, mi poema más adolescente con diferencia.

Son juegos de universidad


La prematura noche del invierno
se ha dibujado oscura
fuera entre las silenciosas sombreas:
detrás del ventanal…

El ágape descubrió
tapas de tortilla (hechas sin aceite)
el olor a cebada
de las primeras cervezas (Xiveca)
y nuestros cinco rostros invitados
al placer de la charla.

¿Por qué al principio da vergüenza hablar
y contar los problemas?
¿Y por qué luego con juegos de mesa
donde cada casilla
y cada dado son un par de copas
es tan difícil detener el curso
de sucesos que rugen
en aras de existir?

Así de copa en copa
el alcohol sustituye a las palabras
y me cuesta tan poco
no deshacer la cama de prestado
tumbarme sobre ella contigo a mi lado

y desnudarnos grises
con cuerpos de nubarrones encendidos
de tormenta y diamantes
mientras finjo que la sábana naranja
es el cristal del mar.
Así de copa en copa…

Luego con tus ojos de gris profundo
me cautivas a la luz de la lámpara
(casi) me embriagan tanto
como la dulce sangría rosada.

Tengo que salir…
                                   Así de copa en copa
Vuelvo a la sala
                                   Y beso
a algunas bocas más.
Cada una es un suspiro
nacido gris entre franela de ángel.
Percibes en saliva
la condensación del tiempo perdido
antes de vivir
                                   antes de nacer
Y así de copa en copa…

Todos se prueban mi americana azul.
Se indaga en desnudeces
que se olvidan temprano.
Así de copa en copa…
se juega a juegos de universidad
y siempre vence el sueño
al romperse la noche.

Eduard Ariza

Ilusión de música neoplatónica

“La música de las esferas que sólo escuchan los dioses…” Platón La República
“Y la música, siempre renovada, […] / edifica el espacio inhabitable de su divina morada” Rilke Sonetos de Orfeo

Oscuro cual lado oculto de la Luna
el recinto aquí dentro
resuena entre los estruendos de música.
Percusiones extremas y celestes
ennegrecen tu voz
imperceptible ahora para mis oídos.

Poco importa porque voy a marcharme
te dejaré en soledad
                                y no sufras.
Apenas me conoces
y sabrás olvidar.

La música estimula nuestros cuerpos
y los mantiene despiertos de noche
agitando entre bailes
y sorbos de alcohol dulce
a sus extremidades
hasta formar los bostezos de carne
que pelean para ver la roja aurora.

Mientras yo me deslizo
me sé náufrago en este salvavidas
de hombres y mujeres
que me hará flotar hacia el infinito.

Siento la voz y el tacto
de un pecado inocente
que se encarama sobre nuestras mentes.
Nos libera de vergüenza
Y nos forja en ángeles del presente.

Porque entre espasmos de flash de plata
que separe los cuerpos
de inseguros juicios de la vista
y evoquen
                 ralentizando los gestos
el sabor de una breve eternidad
(ilusión de estos bailes),
así deben de ver los ojos del ángel
desde sus cielos repletos de nubes
trazadas por la máquina
(por la máquina de humo).

Así nosotros soñamos
con nuestra propia mente
                                      o bien con dosis
de eternidades a precio de vida
de los polvos marmóreamente blancos
o la necrología negra del aguja…
Saltando por las cuerdas
de esferas celestes
                             las que geómetras
así se unen al Sol.

Pero toda esta armonía no es real.
Hemos de volver a casa, al colchón
dormir la resaca
y padecer los dolores efímeros
de nuestra angustiosa mortalidad.

Eduard Ariza

Hacia el fin de la tarde…

Para Julie

Como hundir la mano en la canela
la sensación de plácido descanso
cada tarde se repite
cuando como un regalo
concedes a mis labios tu mejilla.

Ingrato te percibo
como el púrpura del alaba en la creencia
de que allí estarás siempre por la tarde,
para que yo te encuentre
y hablemos de rutinas.

Mujer que miras con ojos de niña,
tu cuerpo de pasión
atesora una conciencia inocente
que aunque algunos prefieran no mirar
es lo que te sublima.

Ahora eres un consuelo rutinario…
Oigo tu voz hacia el fin de la tarde
ahondado cada día en nuevas palabras…
Contigo todo permanece
al límite de ser extraordinario.

                            Eduard Ariza

Et omnes fuistis tu

Platja de Barcelona, 23 de febrer de 2012
  
Baldías las olas del mar que conté
en mi serena infancia
me miraron después…

Aquel verde celeste les da forma
y me ha visto pasear a su lado
con distancia de tiempo
y sinsabores de vida…

La puesta de sol casi en primavera
(aunque sea pleno invierno)
nunca me vio desnudo
ni yo escondí una colilla en la arena.

Tentaste muy veloz a mis pisadas
a palpar lo guijarros.
Y haciendo de tu cuerpo mi reclamo
me llevaste a las olas.

Emergimos del agua:
Distintos nuestros seres…
Dos titanes de vida tiritaban
mojados por la sal y sus cristales.

Luego
              con las toallas sobre nosotros
no encontramos locura
en bañarse en invierno.
Y se encendieron rojas las farolas.

Y de camino al metro
                                     sin palabras
pensé en ti
                          en tu imagen
extendiéndose sobre la arena gris
y al final sólo tú eras mi paisaje.

La brisa, el mar, el sol crepuscular
eras tú, sólo tú.
Hasta las gaviotas y hasta las nubes.
Y al fin Dios fuiste tú.

Tú fuiste tus ojos,
tu propio cuerpo
Tú encarnaste la vida en tu presencia
Y desde ti contemplé la belleza.

Eduard Ariza

Sidra

¡Dulce sidra a la luz de las farolas!
Tu sabor con que ocultas
Pensamientos fue el espejo de la Venus

donde se proyectó la fuerte imagen
que agita los latidos
de mi tétrico corazón de carne.

La voluntad del cuerpo de la imagen
Me dio a probarte, sidra.
nunca me gusto tu sabor de encaje

y la mano del deseo no menguó
tu exceso cargante
única mácula de aquel instante.

El sabor dulce deslizó en su cuello
tu perfume rosáceo
que agitó sus labios, su cuello y a él…

Parecía saber esconderse en la noche
yacer entre sus sombras
el tiempo justo para no perderse.

Te probé por vez primera desde esas…
suaves manos morenas…
Por ellas en ti veo tu sabor dulce…

Eduard Ariza

Como himno:


Para Thaïs

Te envío besos cristalinos por el aire
con la esperanza de que los percibas
debajo de la piel
como un regalo nacido en mi sangre
un segundo corazón que tú latas
fraterno pero esquivo del desgaste
que suponen los tedios
de quienes fingimos la eternidad.

Eres un espumarajo brillante
casi de color plata.
Te escupió la vida por el viento
y yo caí en tu espuma
sedosa incluso sobre las baldosas,
olas de cemento que nos escupen
como sucios vertidos
a insalubres calles de urbanidad.

Cada vez hay más dudas…
Las certezas mueren en estos tiempos.
Cuando al amanecer
el alba fragmenta nuestras visiones
la realidad subyuga
cualquier sonido de tu corazón.

En la eternidad de los segundos
que dan sentido a nuestras cortas vidas
deslizo mis recuerdos
hacia ti, sobre ti…
Puedo perderme en tus ojos de picas
ahogarme en el bamboleo de tu voz
y su perfume tierno de jazmín.

Salir del laberinto
decías era fácil.
                                  Yo lo dudé.
Pero ahora te creo…
                                  Cruzo de extremo
a las profundidades materiales
hasta encontrar mi espejo
y las luces más grises
gravadas en tu sonrisa
quienes son lumbre del cálido aliento
y ovillo de Ariadna
o metal de Teseo;
pues son el otro extremo.

El recuerdo pétreo de este fuego
cuya llama engendra carne y vida
infunde en nuestro espíritu
existencia:
                       más allá de lo orgánico
lejana de lo efímero
un brote de la nada
compañero de lo eterno y el vacío…

Y cuando cuento nubes
en las llanas baldosas
un cosquilleo recorre mi espalda.
Es el latir de mi otro corazón
el que hoy quisiera enviarte
porque tú le das forma
y le das pulsación.

Invisible electricidad estática
¿recuerdas la farola
                                  gris de noche?
Ella nos alumbró por vez primera
en la calle
                       en invierno
entre las luces de tarde rosadas
y el espacio de tiempo que se diese
al resto de la vida.

Sentí entonces el furor en tu flequillo.
Sostenías en tus hombros la esperanza.
El clamor de los ángeles vi en tus ojos.
Y la férrea locura
del encanto por la muerte en el juego
de la vida, ajedrez, baraja y dados
la besé en tus mejillas.

Porque allí estabas tú:
Deseo, futuro y muerte.
Nadie te dio un segundo corazón
… y lo necesitabas.
Un año después te lo entrego yo
por si el otro se para.

4 de marzo de 2012
Eduard Ariza

Hace un año, conocía a mi amiga Thaïs, cuya compañía a lo largo de este tiempo ha cambiado mi vida y mi salud para mejor. Esto es una forma torpe de darle las gracias... pero es lo mejor que he conseguido.

Albertina está enferma


“…, pues aunque en otro tiempo una mujer estuviera en el mismo coche que yo, no estaba realmente junto a mí, mientras no la recreara en todo momento una necesidad como la que yo sentía de Albertina,…” Marcel Proust “La Prisionera” En busca del tiempo perdido.

Miscelánea de dolores tu cuerpo
gime en esta mañana.
Tus mejillas se ocultan en un velo
rosado y amarillo.
Se ennegrecen tus párpados de ojeras
mientras tu mirada cristaliza en vidrios
y tus manos más trémulas
que un castillo de cartas
piden soledad y lloran silencio.

No irás hoy a pasear con tus amigas
que deslizan su mano
sobre tus medias de perfume malva.
Los caballos que montas por las tardes…
Gilberta deseosa de tu saliva
sobre el carmín que enciende
la pasión de sus labios.
El columpio de tu jardín al viento…
La escarcha humana que mora calles
villas, campos y plazas
(con quien tú quieres mezclarte por siempre)…
Todos tendrán que esperarte por hoy.

Me afincaré sobre tu cama azul.
Suspirarán caricias
mis manos sobre tu frente blanca.
Nimbará tu cuerpo en sudores densos
la melancolía de la puerta abierta.
Pero estaré a tu lado.

Sí, mi ángel de mortalidad serena.
Tu enfermedad bendición de este invierno
descansa entre mis cuidados.
Mientras lívida te mueves
luchando contra las sábanas
lleno tus jarrones de mil claveles
y de las demás flores.
Si ellas robasen tu aire
y el peso de mi compañía
anclase tu salud
siempre permanecerías conmigo.
Siempre enferma e indefensa
sin que tu vitalidad me imponga celos…

Eduard Ariza

La Ninfa


        “El ofrecido amor es un don que ya no espera.” Jorge Luis Borges Ulrica

Propinad una ducha
de agua fría como un corazón de piedra
que sólo lata hielo
a este adefesio de humanidad que pierde
su vida por cada instante que aún respira.

La deshumanizada bestia,
niño
preso en el cuerpo de hombre
susurra con sus lágrimas
los gemidos que suplican piedad.

Sus labios blanquecinos ya se atrapan
carmín contra esmalte
uno contra el otro sin capturar
los sonidos que forman las palabras.

Y su cuerpo se olvida
de los latidos de su corazón
Se anquilosan sus brazos
entorno a un torso cada vez más flaco
mientras encoge las piernas si puede
más que su mirada.

Muerde sus labios.
                                  Aprieta
sus puños.
                       Sangra
brotando diminutos hilos rojos
que parecen alambres.
Es el mono y su locura asfixiante.

Llega entonces la ninfa
con una cruz roja.
                                  Viste de blanco.
Frente a los gemidos suplicantes
que llaman a la muerte,
se desnuda hasta la piel rosada.
Calienta el agua del baño
y se sumerge dentro.

Y el calor ya suaviza
la carne y humedece los cabellos
en la inmersión del agua.
Bendita la impotencia
que hace de sus senos una cuna
y de sus ojos un móvil de estrellas
para él y su alama enferma.
El hombre ya no es hombre.
La mujer es un ángel.

Podría dejarlo solo.
Tan débil está que se ahogaría en seco.
Y podrían despedirla
por sus actos perversos.
Con todo se enraíza
                                  permanece tierna
y cuida del pecador inocente.

                                       Eduard Ariza

La que camina


He conocido a un sátiro
con cara de mujer.
Una mujer muy guapa.
Por cierto, loca como ella sola.

Truena su garganta por momentos.
Quiere escandalizar
y sólo gana afectos
con esos eructos que casi besan.

Viendo cómo camina en la calle
Bosquimana salvaje
Parece saltar de farola en farola…
y perderme detrás…

¿Qué Dios le dio esa vida?
Tras sus pisadas escoro mis pasos.
Yo me siento cansado
y ella sonríe como una ninfa mala.

Mientras paseo a su lado
una ceguera suave
como el esmalte rojo de la tarde
libra de preocupaciones mis sentidos.

Esa ceguera plácida
es el olvido dulce.
Y este sátiro con cara de fémina
huele a rosas en sus fuertes balidos.

¡Pues claro! – Es un jardín.
Un ambiente su dimensión humana.
Mi laberinto de satisfacciones…
e instantes de placer.

Eduard Ariza


Brutalidad Policial


Los átomos rabiosos
eclosionan radioactivos con furia.
La irrisión de materia
Conforma en pedazos los sentimientos.

¿Quiénes sois oscuros?
¿Por qué tenéis alas de ángel y voces
como el grito de Dios?
¿Por qué empuñáis las armas?

De un gris canela y dulce
catábamos los pecadores las penas.
Y no dábamos alcance
a nuestra voluntad…

Íbamos pues perdidos
sin confiar en proclamas,
sin aspirar a que nuestros lamentos
se oyesen también mañana.

Llegaron ellos de negro maté.
Las armas divinas
llamaron al gemido de los hombres
con golpes como estigmas
hasta que salió sangre.

Para los pecadores
con el tiempo entre las manos rotas
el páramo de las lamentaciones
nos sana las heridas
para darnos olvidos.

Que nos den pintalabios
para pintar las heridas sanadas
y fingir su dolor en nuestros brazos
y escribir la historia
en memorias que salven de olvidos.

Eduard Ariza