He conocido a un sátiro
con cara de mujer.
Una mujer muy guapa.
Por cierto, loca como ella sola.
Truena su garganta por momentos.
Quiere escandalizar
y sólo gana afectos
con esos eructos que casi besan.
Viendo cómo camina en la calle
Bosquimana salvaje
Parece saltar de farola en farola…
y perderme detrás…
¿Qué Dios le dio esa vida?
Tras sus pisadas escoro mis pasos.
Yo me siento cansado
y ella sonríe como una ninfa mala.
Mientras paseo a su lado
una ceguera suave
como el esmalte rojo de la tarde
libra de preocupaciones mis sentidos.
Esa ceguera plácida
es el olvido dulce.
Y este sátiro con cara de fémina
huele a rosas en sus fuertes balidos.
¡Pues claro! – Es un jardín.
Un ambiente su dimensión humana.
Mi laberinto de satisfacciones…
e instantes de placer.
Eduard Ariza
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