sábado, 23 de julio de 2016
Abstracciones
Como beber vino dulce después
de comer avellanas suaves, blancas,
así es el sabor de tu piel, dulce, blanca,
embriagadora por tus ojos negros…
¿Cómo esquivaré yo el puñal del crimen
que pesa lento sobre mi conciencia?
Y sin embargo mi inocencia pura
blanqueará mi nombre en tus blancos oídos.
¿Qué satisfacción me darán los tactos
de los demás cuerpos si no te tengo?
¿Quién no echará de menos aquel cuerpo
como el melocotón en el verano?
Quiero recuperar tu corazón,
para gozar de los besos de tu piel.
Tu piel, ebriedad de mi carne fría,
Me otorga el placer de la remisión.
Mis manos te palparán otra vez.
Mis ojos contemplarán tu mirada.
Mi boca tendrá el sabor de tu carne.
Mi alma bailará con tu blanca esencial.
Todo será como un blanco infinito,
blanco, blanco será mi semen blanco,
blanco, blanco será el color de mi alma,
blanco el vestigio final de mi carne.
Un amor ha más blanco que la espuma,
un amor de mis labios en tus hombros,
un amor que trasciende sobre el alba,
pues va anunciando su propia mañana.
Tu carne sólo puede ser un templo.
Un templo donde consagra a tu alma,
como si fuera una imagen divina,
santa, por los astros iluminada.
¿Cómo se mana las reliquias sagradas?
¿Tal vez cómo yo te amo en la distancia?
En la distancia plácida de abismos,
pensaré en ti como se piensa en Dios…
Te cantan los ángeles, luz del mundo,
creadora de cuanto bueno hay en mí,
ideal más elevado que las nubes,
(te canta un ángel con luces del alba).
Mi voz rogará a tu pecho que escuche
la oración que se canta en mis entrañas,
el pulso que mueve toda mi sangre,
aquel estertor que exhala mi espíritu.
Todo es tierno ladrido, un banal eco,
que estalla desde las cumbres oscuras.
Intento llamar tu atención de noche,
sabiendo que pronto estarás cansada.
Estarás cansada de mi lamento,
me increparás pecados de inocencia,
disipándome de tu vida sacra,
como el alcohol se disipa en la sangre…
Eduard Ariza
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