Antes de la Máquina,
el vuelo de las aves, el hígado
de un cordero, o la voz divina
disponían dónde
ubicar la Ciudad.
La conquista, la sangre, mil formas
de sacrificios humanos
solo eran el perfume
para escribir una leyenda.
Pero llegaron la Máquina y la Industria.
Se volvió sistémica la brutalidad.
Ahora, morir, sufrir
son notas en un libro de cuentas
combustible de un engranaje
que tritura el pensamiento
¡Y cada vez tiene más hambre!
El mito se escribe en un plano de obras.
Los que padecen por trazarlo
los que agonizan identificándolo
ya ni son material de la memoria.
31 de Julio de 2014
Eduard Ariza
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