[El señor de las tinieblas
viste capa y americana de tres botones,
su piel es escarlata,
sus alas de murciélago.
Le envuelve una hojaresca de ceniza.]
Yo pisé el infierno.
Por vivir seguro, vendí mi alma.
Mi fianza: la felicidad.
Volví años después.
Supliqué el retracto, la nulidad,
la devolución del objeto.
Una grisura oscura
alumbró sus facciones. Rugieron sus fauces:
“Insípida es tu alma. ¡Llévatela!”
Así regresé a la tierra.
Cociné las vísceras de mi cráneo
en una caldera.
No mintió el diablo.
El órgano más parecido a mi alma
apenas tenía sabor.
[Con la rescisión del contrato también
recuperé la fianza.
La generosidad sólo está en el ángel caído.]
8 de mayo de 2014
Eduard Ariza
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