sábado, 23 de julio de 2016

Acunando a un adulto


Como allí no hubo affaire
la habitación se sintió desolada.
Y aburrida pudrió sus paredes
mientras sólo mis lágrimas
confesaron el pecado que es quererte

mucho más que tu esposo
mucho más que tu hermana
hasta una devoción ridícula, Cat.
Quererte como un niño
Sin fuerzas para poseerte como hombre.

Seguro que en tu carne sonríe
el color de una nana.
Tus ojos son el móvil que me duermen
si brillan en mi cama.
disipan mis pesadillas de insomnio
huelen como palabras.

Tu cuerpo es la coraza
que adormece mi miedo.
Cerca de ser débil
no parece un pecado.
Cuando estamos tan cerca

¿no escuchas en mi pecho
el infarto del alma?
Es mi miedo que vuelve
a apresarme con su temblor de angustia
en la más inmerecida caricia
de tu olor
                        mi amuleto
de la felicidad.

18/03/2013
Eduard Ariza

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