Para Julie
Como hundir la mano en la canela
la sensación de plácido descanso
cada tarde se repite
cuando como un regalo
concedes a mis labios tu mejilla.
Ingrato te percibo
como el púrpura del alaba en la creencia
de que allí estarás siempre por la tarde,
para que yo te encuentre
y hablemos de rutinas.
Mujer que miras con ojos de niña,
tu cuerpo de pasión
atesora una conciencia inocente
que aunque algunos prefieran no mirar
es lo que te sublima.
Ahora eres un consuelo rutinario…
Oigo tu voz hacia el fin de la tarde
ahondado cada día en nuevas palabras…
Contigo todo permanece
al límite de ser extraordinario.
Eduard Ariza
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