Rompisteis la noche
al poner el pie en mi cuarto.
A fuego, desollando la carne,
pudrís la sangre en mi cerebro
hasta que os vomita.
Fantasmas sin calaveras,
alucinógenos de la náusea,
¿por qué sois como un tentáculo
saliendo mi garganta?
He afelado vuestras perversiones.
mientras en mi cara
las cicatrices del pánico
esbozan una lágrima de carne.
Los círculos de oscuridad
pesan viscosos y caen.
Caen y me sumergen
en el pantano de arena.
(No puedo respirar, os lo dije).
Pero seguís ahí, incorpóreos
coronando el vómito del alma.
24 de septiembre de 2015
Eduard Ariza
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